sábado, 31 de diciembre de 2011

REIVINDICACIÓN DE LA MEMORIA Y LA COMPRENSIÓN

Magna reflexión de un maestro.
La recomiendo muy vivamante. ¡Es de "10.0"!
http://golondrinasaturdidas.blogspot.com/2011/12/defensa-de-la-memoria-y-el-olvido.html

EDUCACIÓN Y ORDEN MORAL NATURAL

Para ejercer su libertad, el hombre debe superar… el horizonte del relativismo y conocer la verdad sobre sí mismo y sobre el bien y el mal. En lo más íntimo de la conciencia el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz lo llama a amar, a hacer el bien y huir del mal, a asumir la responsabilidad del bien que ha hecho y del mal que ha cometido. Por eso, el ejercicio de la libertad está íntimamente relacionado con la ley moral natural, que tiene un carácter universal, expresa la dignidad de toda persona, sienta la base de sus derechos y deberes fundamentales, y, por tanto, en último análisis, de la convivencia justa y pacífica entre las personas. (BENEDICTO XVI, Jornada Mundial de la Paz, 1 enero 2012)



miércoles, 28 de diciembre de 2011

VERDAD Y LIBERTAD: ORWELL LO VIO MUY BIEN

 El anuncio es viejo, el mensaje es muy actual

VERDAD Y LIBERTAD

¿Cuál es la mayor de las amenazas contra la libertad humana? En un intento de responder a esta cuestión, hemos de observar primero que si la plenitud de la libertad consiste en elegir el bien, suscitarlo, promoverlo, compartirlo..., lo primero, lo más determinante, es acertar con el verdadero bien. Es preciso distinguirlo de lo que lo enmascara, lo niega, lo finge o lo destruye. Y eso nos trae al viejo y decisivo problema de la relación entre la verdad y la libertad.

Georges Bernanos comparaba este asunto con ciertas formas de anemia profunda que terminaban por matar a los prisioneros de los campos de concentración nazis, meses después de liberados y a pesar de todos los cuidados. En su libro Libertad, ¿para qué?, el autor francés trae a colación aquel fenómeno para hablar de ciertas formas de “anemia espiritual”, como las llama, que aniquilan y asfixian la libertad en su misma raíz bajo la presión de sutiles y contundentes formas de totalitarismo. Para él la mayor amenaza contra la libertad no está en la opresión directa por parte del poder, sino en la indiferencia, en que no se llegue a estimar la libertad –con su coeficiente de riesgo y de esfuerzo- y se prefiera, por ejemplo, la comodidad, el lujo, el dinero o la tranquilidad.

El síntoma más generalizado de esta anemia espiritual es, apunta Bernanos, la indiferencia ante la verdad y la mentira. Y el instrumento que ha generalizado a su juicio esta indiferencia fundamental es, dice, la propaganda: el control de los medios de información, el poder inmenso de la persuasión publicitaria, el imperio absoluto de la opinión.     

Podemos ciertamente meditar en el enorme alcance de estos recursos mediáticos del poder económico o del político, manejados por intenciones sin rostro. Pero Bernanos apunta más bien a otra vertiente, más radical, del problema: la renuncia a los grandes compromisos, y en concreto al compromiso con la verdad.

Y es que antes y más en el fondo que en la libertad de expresión, es preciso reparar en otra libertad más real, la libertad misma de pensar, de pensar verdaderamente. La pasión por la verdad va unida a la pasión por la libertad. Una libertad que no se apoye en la verdad de las cosas y en la verdadera dignidad del ser humano se convierte en una libertad fingida, virtual, es decir engañosa y falsa. Ernesto Renan solía decir con sarcasmo que en el siglo XVIII había libertad de pensamiento, pero se pensó tan poco que resultó innecesaria.

Hoy en día puede comprobarse que la “megapublicidad” persuade, de hecho, de cuanto quiere,  y que cuanto propone es aceptado más o menos pasivamente de modo general. Es una manifestación clara del fenómeno social y moral de la masificación.

Pero la indiferencia ante la verdad que se da en el seno de este fenómeno, oculta un hondo cansancio, incluso -tomando una expresión del propio Bernanos- una especie de “asco por la facultad de juzgar”. Esta última no puede ejercerse sin cierto compromiso interior, porque quien juzga desde la verdad se compromete. Pero el hombre moderno, según sostiene el mismo autor, ya no se compromete porque no tiene nada que comprometer; es como un motor al que ciertamente no falta ninguna pieza, pero que no se alimenta porque no hay gasolina en el depósito. Y quien se inclina lo mismo a lo verdadero que a lo falso, concluye, está maduro para caer en cualquier tiranía.

Renunciar a una libertad arraigada responsablemente en la verdad, más que un sacrificio es una costumbre que simplifica la vida terriblemente. El mayor enemigo de la libertad es el que llevamos en nosotros mismos. Algo en el ser humano quiere la libertad, pero algo en él la rechaza o siente su ejercicio como algo difícil, demasiado cargado de responsabilidades, algo que la aborrece, que se cansa. Es más fácil ser esclavo que libre, y es más fácil también luchar por la libertad que vivir en ella, porque hay que apuntalarla en la verdad y darle un sentido, un para qué consistente. Y desde ese momento nos vemos vinculados, obligados, comprometidos. Por eso es más simple dejarse llevar.

No puede extrañar por eso que los asesinos de los regímenes totalitarios se reclutasen entre hombres así, hombres grises, simplificados. En casos análogos, es el Poder, o el partido, la moda o la mayoría, como el Gran Hermano de Orwell, quien decide las injusticias que deben indignar y las que deben dejar indiferente, lo que ha de tolerarse y lo que no. Este imperio de la opinión, en el que la verdad depende de quien la diga y del modo en que lo hace, crea un tipo de ciudadano perfectamente dúctil a toda forma de totalitarismo.

En 1984, George Orwell se plantea con fiereza la posibilidad de que la verdad fuera una decisión de los fuertes, del sistema. ¿Quién, por consiguiente, podría negar que dos y dos fueran cinco si así lo establecía un poder por encima del cual no hay nada? ¿Quién puede defender en ese caso a sus víctimas?:

“Se preguntó... si no estaría loco. Quizás un loco era sólo una “minoría de uno”. Hubo una época en que fue señal de locura creer que la tierra giraba en torno al sol: ahora era locura  creer que el pasado era inalterable... Pero la idea de ser un  loco no le afectaba mucho. Lo  que le horrorizaba era la posibilidad de estar equivocado.
            (...) Al final, el Partido anunciaría que dos y dos son cinco y habría que creerlo. Era inevitable que llegara algún día al dos y dos son cinco. La lógica de su posición lo exigía. Su filosofía negaba no sólo la validez de la experiencia, sino que existiera la realidad externa. La mayor de las herejías era el sentido común. Y lo más terrible no era que le mataran a uno por pensar de otro modo, sino que pudieran tener razón. Porque, después de todo, ¿cómo sabemos que dos y dos son efectivamente cuatro? O que la fuerza de la gravedad existe. O que el pasado no puede ser alterado. ¿Y si el pasado y el mundo exterior sólo existen en nuestra mente y, siendo la mente controlable, también pueden controlarse el pasado y lo que llamamos la realidad?
            ¡No, no!, a Winston le volvía el valor (...) Había que defender lo evidente. El mundo sólido existe y sus leyes no cambian. Las piedras son duras, el agua moja, los objetos faltos de apoyo caen en dirección al centro de la Tierra...
Con la sensación (...) de que anotaba un importante axioma, escribió:
La libertad es poder decir libremente que dos  y dos son cuatro. Si se concede esto, todo lo demás vendrá por sus pasos contados.”

 (G. ORWELL, 1984. Parte 1ª, VII)

La verdad es peligrosa para el poder absoluto y totalitario, para los enemigos de la libertad. La verdad descalifica el voluntarismo nihilista de los superhombres. Pero la libertad verdadera no es una simple liberación de ataduras, sino una resuelta voluntad de vivir para difundir el bien y la justicia. En el fondo, el relativista, el burgués o el pasota tal vez no sean mejores tipos que el superhombre.

“LA LIBERTAD ES PODER DECIR QUE DOS MÁS DOS SON CUATRO” 

            “ -Pero, ¿cómo van ustedes a evitar que la gente recuerde lo que ha pasado? –exclamó Winston olvidando de nuevo el martirizador eléctrico-. Es un acto involuntario. No puede uno evitarlo. ¿Cómo vais a controlar la memoria? ¡La mía no la habéis controlado!
            O’Brien volvió a ponerse serio. Tocó la palanca con la mano.
            -Al contrario –dijo por fin-, eres tú el que no la ha controlado y por eso estás aquí. Te han traído porque te han faltado humildad y autodisciplina. No has querido realizar el acto de sumisión que es el precio de la cordura. Has preferido ser un loco, una minoría de uno solo. Convéncete, Winston; solamente el espíritu disciplinado puede ver la realidad. Crees que la realidad es algo objetivo, externo, que existe por derecho propio. Crees también que la naturaleza de la realidad se demuestra por sí misma. Cuando te engañas a ti mismo pensando que ves algo, das por cierto que todos los demás están viendo lo mismo que tú. Pero te aseguro, Winston, que la realidad no es externa. La realidad existe en la mente humana y en ningún otro sitio. No en la mente individual, que puede cometer errores y que, en todo  caso, perece pronto. Sólo la mente del Partido, que es colectiva e inmortal, puede captar la realidad. Lo que el Partido sostiene que es verdad es efectivamente verdad. Es imposible ver la realidad sino a través de los ojos del Partido. Este es el hecho que tienes que volver a aprender, Winston. Para ello se necesita un acto de autodestrucción, un esfuerzo de la voluntad. Tienes que humillarte si quieres volverte cuerdo.
Después de una pausa de unos momentos, prosiguió:
-¿Recuerdas haber escrito en tu Diario: “la libertad es poder decir que dos más dos son cuatro?”.
            -Sí –dijo Winston.
            O’Brien levantó la mano izquierda, con el reverso hacia Winston, y escondiendo el dedo pulgar extendió los otros cuatro.
            -¿Cuántos dedos hay aquí, Winston?
            -Cuatro.
            -¿Y si el Partido dice que no son cuatro sino cinco? Entonces, ¿cuántos hay?
-Cuatro.
La palabra terminó con un espasmo de dolor. La aguja de la esfera había subido a cincuenta y cinco. A Winston le sudaba todo el cuerpo. Aunque apretaba los dientes, no podía evitar los roncos gemidos. O’Brien lo contemplaba, con los cuatro dedos todavía extendidos. Soltó la palanca y el dolor, aunque no desapareció del todo, se alivió bastante.
            -¿Cuántos dedos, Winston?
-Cuatro.
La aguja subió a sesenta.
            -¿Cuántos dedos, Winston?
            -¡¡Cuatro!! ¡¡Cuatro!! ¿Qué voy a decirte? ¡Cuatro!
            La aguja debía de marcar más, pero Winston no la miró. El rostro severo y pesado y los cuatro dedos ocupaban por completo su visión. Los dedos, ante sus ojos, parecían columnas, enormes, borrosos y vibrantes, pero seguían siendo cuatro, sin duda alguna.
            -¿Cuántos dedos, Winston?
-¡¡Cuatro!! ¡Para eso, para eso! ¡No sigas, es inútil!
-¿Cuántos dedos, Winston?
-¡Cinco! ¡Cinco! ¡Cinco!
-No Winston; así no vale. Estás mintiendo. Sigues creyendo que son cuatro. Por favor, ¿cuántos dedos?
-¡¡Cuatro!! ¡¡Cinco!! ¡¡Cuatro!! Lo que quieras, pero termina de una vez. Para este dolor (...)
Tardas mucho en aprender, Winston –dijo O’Brien con suavidad.
-No puedo evitarlo –balbuceó Winston-. ¿Cómo puedo evitar ver lo que tengo ante los ojos si no los cierro? Dos y dos son cuatro.
-Algunas veces sí, Winston; pero otras son cinco. Y otras, tres. Y en ocasiones son cuatro, cinco y tres a la vez. Tienes que esforzarte más. No es fácil recobrar la razón.” 

(GEORGE ORWELL: 1984. Parte 3ª, II)


Mujer a punto de ser lapidada de acuerdo con la ley islámica

domingo, 25 de diciembre de 2011

ESTO (ESO) TIENE QUE CAMBIAR

POR UNA ENSEÑANZA DE VERDAD INCLUSIVA, IMPULSORA DE LA EXCELENCIA


La crisis en educación es, sobre todo, crisis de educadores, también en la familia

MUY FELIZ NAVIDAD

Para todos mis amigos, desde lo profundo del corazón: Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad


Muy feliz Navidad

lunes, 19 de diciembre de 2011

Golondrinas aturdidas: Golondrina sin alas, por Fernando Carbajo

OS ENLAZO ESTA REFLEXIÓN, MAGNÍFICA, MAYÚSCULA, PROPIA DE UN ALMA GRANDE: 
Golondrinas aturdidas: Golondrina sin alas

EL CABALLO ESTABA DENTRO. Una reflexión socrática acerca de la educación

Autor:  JOSÉ LUIS MARTÍN DESCALZO




        Cuentan que un pequeño vecino de un gran taller de escultura, entró un día en el estudio del escultor y vio en él un gigantesco bloque de piedra.
       Y que, dos meses después, al regresar, encontró en su lugar una preciosa estatua ecuestre. Y volviéndose al escultor, le preguntó: "Y cómo sabías tú que dentro de aquel bloque había un caballo?".
La frase del pequeño era bastante más que una "gracia" infantil.
       Porque la verdad es que el caballo estaba, en realidad, ya dentro de aquel bloque. Y que la capacidad artística del escultor consistió precisamente en eso: en saber ver el caballo que había dentro, e irle quitando al bloque de piedra todo cuanto le sobraba. El escultor no trabajó añadiendo trozos de caballo al bloque de piedra, sino liberando a la piedra de todo lo que impedía mostrar el caballo ideal que tenía en su interior. El artista supo "ver" dentro, lo que nadie veía. Ese fue su arte.
       Pienso todo esto al comprender que con la educación de los humanos pasa algo parecido. ¿Han pensado ustedes alguna vez que la palabra "educar" viene del latín "edúcere", que quiere decir exactamente: sacar de dentro? ¿Han pensado que la verdadera genialidad del educador no consiste en "añadirle" al niño las cosas que le faltan, sino en descubrir lo que cada pequeño tiene ya dentro al nacer y saber sacarlo a la luz?
       Me parece que muchos padres y educadores se equivocan cuando luchan para que sus hijos se parezcan a ellos o a su ideal educativo o humano. Padres que quieren que sus hijos se parezcan a Napoleón, a Alejandro Magno o al banquero que triunfó en la vida entre sus compañeros de curso. Pero es que su hijo no debe parecerse a Napoleón ni a nadie. Su hijo debe ser, ante todo, fiel a sí mismo. Lo que tiene que realizar no es lo que haya hecho el vecino, por estupendo que sea. Tiene que realizarse a sí mismo y realizarse al máximo. Tiene que sacar de dentro de su alma la persona que ya es, lo mismo que del bloque de piedra sale el caballo ideal que dentro había.
       Ser hombre no es copiar de fuera. No es ir añadiendo virtudes que son magníficas, pero que tal vez son de otros. 
       Ser hombre es llevar a su límite todas las infinitas posibilidades que cada humano lleva ya dentro de sí. El educador no trabaja como el pintor, añadiendo colores o formas. Trabaja como el escultor, quitando todos los trozos informes del bloque de la vida y que impiden que el hombre muestre su alma entera tal y como ella es.
       Y los muchachos tienen razón cuando se rebelan contra quienes quieren imponerles modelos exteriores. Aunque no la tienen cuando se entregan no a lo mejor de sí mismos sino a su comodidad y a su pereza, que es precisamente el trozo de bloque que les impide mostrar lo mejor de sí mismos. 
        Un buen padre, un buen educador es el que sabe ver la escultura maravillosa que cada uno tiene, revestida tal vez por toneladas de vulgaridad. Quitar esa vulgaridad a martillazos -quizá muy dolorosos- es la verdadera obra del genio creador.

(Debo este texto a mi buen amigo Fernando Carbajo, maestro de golondrinas cuyas alas también están dentro)


viernes, 16 de diciembre de 2011

jueves, 15 de diciembre de 2011

ALGO DE RISAS PARA VARIAR

Reírse de vez en cuando, y también de uno mismo, es de lo más sano. Humor  viene de "humus",
y "homo" también

sábado, 10 de diciembre de 2011

LA PRESENCIA DE LOS PADRES (VARONES)

     
         Aunque la foto se comenta por sí misma -un padre llevando a su hijo de la mano y enseñándole con entusiasmo a correr en una competición, estupenda metáfora del educador-, quiero hacer una llamada de atención sobre un dato que aunque es conocido, no ha sido ni suficientemente divulgado ni adecuadamente atendido. Me refiero al fracaso escolar CLAMOROSO que registran los varones, desde los últimos cursos de Primaria en adelante.
        En España, en 4º de la ESO, hay una diferencia de más de 14 puntos porcentuales entre el rendimiento escolar de las chicas y de los chicos.
        El pasado año, el Consejo Escolar del Estado realizó una investigación cuyos resultados son más que concluyentes. No obstante, no se ha trabajado lo suficiente acerca de las causas del fracaso de los muchachos. (Por cierto, alguien me ha dicho que las representantes de organizaciones feministas participantes en el Consejo Escolar se oponían a la difusión de estos datos).
     Llevamos años padeciendo una campaña muy poco sensata a favor de la "igualdad de la mujer", en la que se pretende 'visibilizar' su aportación a todos los niveles -eso me parece muy bien: viva mi madre, y mis amigas...-, pero también, indirectamente más bien, se afea a los chicos el serlo. Sí, el ser chicos. 
        La discriminación "positiva" está resultando muy negativa en este caso, y alguien tiene que decirlo.
        El patrón que los medios de difusión, las series de TV y el cine ofrecen de forma habitual, es el de chicos que van mal en los estudios, más bien asilvestrados y a los que las chicas adoran en general. A los chicos que van bien en los estudios se les presenta más bien como "raritos", feminoides y dignos de compasión...
        La feminización de la enseñanza hace que los chicos (y, de paso, digamos que tampoco las chicas) no encuentren muchos ejemplos ni referentes masculinos de entidad. Y muchas veces la ausencia del varón entre el profesorado se deja sentir en el modo en que se trabaja en los centros escolares: cómo se enfocan los currículos, qué valores se ensalzan o vituperan, falta de firmeza en muchas situaciones en las que la convivencia se resiente...
        Y en la familia, también se echa de menos al varón, en tanto que varón (me refiero al padre, obviamente).
        El resultado es la falta de peso y de poso en el carácter de muchos varones, incapaces de afrontar compromisos estables -especialmente en lo afectivo-, poco resilientes (¡!), pero también poco generosos, y poco respetuosos con las chicas y con la mujer como tal.
       Además, a lo largo de la adolescencia, las chicas maduran antes, de forma que en las actividades escolares, en el comportamiento en clase y en general en los escenarios educativos, salvo excepciones, suelen tener mucho más éxito que los chicos, que suelen ser más infantiles, y compensan su desventaja con comportamientos y actitudes más cercanas a la fuerza física, a lo violento, a la grosería y la salida de tono..., evidentemente más inmaduras. Al chico "educado" a menudo se le acosa.
        No es sólo cuestión de separarlos, sin más. Es algo más sutil... Tienen que aprender a ser varones.
        Y no sólo es cuestión de ellos. Es que las chicas también tienen que aprender a ser chicas -femeninas- "ante" el varón.
       Pero ¿quién sabe en qué consiste eso? ¿Y quién se lo enseñará, a unos y a otras?
        Es preciso recuperar la figura masculina de referencia en la educación: en la familia y en la escuela principalmente. Bart Simpson no es un modelo de joven a imitar, precisamente (y menos aún su padre, el pobre Homer, prototipo del antieducador).
        La igualdad entre el hombre y la mujer es de naturaleza y de dignidad (y por lo tanto de derechos fundamentales y cívicos, claro). Hasta ahí. 
        Pero es bueno que también se tengan en cuenta y se cultiven las diferencias que hacen que hombre y mujer, mujer y hombre, se complementen y se enriquezcan recíprocamente.
         Bueno, ya lo he dicho. Es que estoy harto de tanta "corrección política", es decir, de tanta estupidez -en sentido etimológico- compartida.  A.J.




martes, 6 de diciembre de 2011

domingo, 4 de diciembre de 2011

Atrevámonos a pensar

       


Nada hay más comprometedor que encontrarse con la verdad. Por eso hoy muchos niegan que podamos hallarla.
Con opiniones -relativismo- no se educa a las personas.
Pero sí es fácil manipularlas.
-Si sólo hay opiniones, las posturas sólo se pueden dilucidar con la fuerza-
Tengamos el coraje, el valor, de buscar la verdad en todo, con afán, con pasión. Con honestidad.
Atrevámonos apensar con rigor y con libertad.
El emotivismo moral es tramposo.

lunes, 28 de noviembre de 2011

LO "NORMAL", EL SEXO Y EL ALCOHOL



         Hace unos días me encontré con un anuncio del Ministerio de Sanidad en el que una agradable jovencita mira sonriente al espectador. Sobreimpreso a la imagen, un texto bien visible afirma tajante: “Lo normal para su / edad es haber tenido / relaciones sexuales / bajo los efectos del alcohol”. Debajo de la foto se aclara: “la edad en el inicio en el consumo de alcohol es a los 13 años. ESTO NO DEBERÍA SER NORMAL”. Y concluye finalmente: “Hablar con ellos hoy, evitará un mal trago mañana”.

      Esto de la publicidad es la mar de interesante. Con pocas palabras y recursos efectistas sugiere y persuade con eficacia. Un anuncio es como un flechazo. Zas. Directo al corazón y a la imaginación. O a las tripas.

        Pero ante estos mensajes-flecha conviene no dejar a un lado la reflexión. ¿De verdad que lo normal es que una chiquilla de catorce o quince años –suponemos- haya tenido relaciones sexuales (es importante el inciso, al que sigue el final de la frase:) bajo los efectos del alcohol?

       Es posible que el inicio en el sexo y en el consumo de alcohol entre las chicas tenga lugar a los 13 años, como se nos dice en el anuncio. Pero que sea frecuente no quiere decir sin más que sea “normal”. Entre otras cosas, se puede pensar (o no pensar, pero sí se siente implícitamente) que no “hacerlo” no es “normal”… La palabra ‘normal’ cae aquí con todo el peso de su ambigüedad equívoca.

        Sin embargo, una lectura más detenida nos lleva a advertir otro mensaje subliminal en la disposición del texto:  Lo que viene a decirse es que “no debería ser normal” que se tengan relaciones sexuales tempranas “bajo los efectos del alcohol”. De hecho, eso es lo que se censura en el mensaje: el temprano consumo de alcohol entre los (y las) jóvenes. No que inicien tempranamente relaciones sexuales. Dicho de otro modo: es normal que las chicas se inicien pronto en el sexo, aunque no debería serlo que lo hagan bebidas.

        Que se presente esa precocidad sexual, en cierto modo, como un hecho consumado, es lo que me parece tan preocupante o más que el consumo temprano de alcohol: Tampoco “debería ser normal” que las chicas y los chicos se inicien en el sexo, aunque sea sin la influencia del alcohol.

         Lo preocupante es que se banalice la sexualidad y se dé por hecho que es ‘normal’ iniciarse en las relaciones sexuales antes de los catorce años.

       Es demoledor el temprano inicio del consumo del alcohol. Evidente. Pero también es demoledor, desde el punto de vista educativo, conceder que “es normal” mantener relaciones sexuales durante la adolescencia. El mensaje, con su ambigüedad, viene a deformar el juicio de la conciencia, que es la encargada de avisar a cada uno de lo que es correcto (¿”normal”?) y de lo que no. Aquí se dice a la conciencia de los padres o los educadores lo que “no debería ser normal” (y lo que sí).

       Detrás de esta campaña del Ministerio socialista de Sanidad hay una concepción de la vida. Podemos llamarla hedonismo. Se trata de satisfacer los propios deseos y disfrutar. En esa línea van las normas educativas y sanitarias oficiales en el ámbito de la educación afectivo sexual. No les importa que el amor se banalice. Tal vez es que el amor no les importa. Lo que les importa es el “mal trago” de la dependencia etílica o de los embarazos en las adolescentes. Los corazones rotos no parecen importantes.

       Y sí, es verdad. Tenemos que hablar con ellos... Pero también debemos decirles la verdad. A.J.

domingo, 27 de noviembre de 2011

MAQUIAVELO: PRAGMATISMO POLÍTICO

Expongo a continuación una jugosa cita de Nicolás Maquiavelo, con la que parecen estar de acuerdo políticos de ayer y de hoy. Muy al contrario, la política debe ser un arte y un saber esencialmente ético: el fin bueno no justifica los medios inicuos -menos aún si el fin es el logro o la conservación del poder-. No es lícito hacer el mal para obtener un bien, sea cual sea. 


En el fondo deseo rendir homenaje a los políticos honestos que en el mundo han sido, deseo pensar que no han sido pocos, y a algunos conozco.


           “Todos sabemos cuán digno de ala­banza es que el príncipe mantenga la fe dada y viva con integridad y sin astucia. Pero la experiencia de nuestros tiempos nos dice que los príncipes que han hecho grandes cosas son los que menos han mante­nido su palabra y con la astucia han sabido engañar a los hombres, su­perando en fin de cuentas a quienes ponen sus fundamentos en la lealtad.
         ...Es cosa que conviene entender bien: que un príncipe, sobre todo un príncipe nuevo, no debe obser­var todo lo que hace que los hom­bres sean tenidos por buenos, por­que en ocasiones, para defender su Estado, necesitará actuar contra la lealtad, contra la caridad, la huma­nidad y la religión. Tiene que con­tar con un ánimo dispuesto a mo­verse según sople el viento de la fortuna e impongan las diferentes circunstancias, sin apartarse del bien -si es posible- pero sabiendo también entrar en el mal, si es ne­cesario...
         Haga el príncipe cuanto deba por dominar y conservar el Estado, que los medios siempre serán considera­dos justos y alabados por todos; pues al vulgo lo convencen las apa­riencias y el resultado de cada cosa.”
(El Príncipe, XVIII)

martes, 22 de noviembre de 2011

EL CAMINO DE LA BELLEZA. Via Pulchritudinis



La percepción de la belleza exige una educación porque la belleza no es auténtica sino en relación con la verdad, y es al mismo tiempo "expresión visible del bien, de la misma manera que el bien y el ser son la condición metafísica de lo hermoso". La belleza es el esplendor de la verdad, de la realidad.
Pero la vía de la belleza no está, al mismo tiempo, libre de ambigüedades y de desvíos. Siempre dependiente de la subjetividad humana, puede ser reducida a un esteticismo efímero, puede dejarse instrumentalizar y ser sometida a las modas cautivadoras de la sociedad de consumo. También es urgente una educación para saber discernir entre el uso y el disfrute (el uti  y el frui), es decir, entre la reciprocidad de las realidades y las personas, relación que busca únicamente la funcionalidad -uti-, y de lo que es una relación auténtica y de confianza -frui-, sólidamente enraizada en la belleza del amor gratuito.
Lo hermoso en la vía pulchritudinis, igual que lo verdadero o el bien, nos conduce a Dios, Verdad primera, Bien supremo, y Hermosura misma. Con todo, lo hermoso expresa más que lo verdadero o el bien. Decir de un ser que es hermoso no solamente significa reconocerle una inteligibilidad que lo convierte en amable. Es, al mismo tiempo, decir que, al puntualizar nuestro conocimiento, nos atrae, es decir nos cautiva por una irradiación capaz de suscitar la admiración.
Claridad: esplendor del ser
Irradia un cierto poder de atracción, posiblemente más aún, lo bello expresa la realidad misma en la perfección de su forma. Es una epifanía y se manifiesta expresando una claridad interna. Esta última es según Santo Tomás de Aquino una de las tres condiciones de la belleza... E indica las tres condiciones de la belleza para aplicarlas a Cristo: la integridad o la perfección –integritas sive perfectio–, la justa proporción o armonía -proportio sive consonantia– y la claridad -proportio sive consonantia-. Si el bien expresa lo deseable, lo hermoso expresa más aún el esplendor y la búsqueda de una perfección que se manifiesta.
Como escribió Juan Pablo II, es preciso “pasar del fenómeno a su fundamento”; esto no se realiza automáticamente en quien no es apto de pasar de lo visible a lo invisible, porque cierta moda acostumbrada a lo feo, al mal gusto, a lo grosero, está siendo promovida tanto por la publicidad como por ciertos "artistas locos" que dicen que lo feo y lo inmundo  es un valor con la finalidad de suscitar el escándalo. Las flores capciosas del mal fascinan: "¿Vienes tú del cielo profundo o sales del abismo, belleza?" Se interroga Baudelaire. Y Dimitri Karamazov confía a su hermano Aliocha:" La belleza es una cosa terrible. Por ella pelean Dios y Satanás, y el campo de batalla es mi corazón"… El hombre frecuentemente está en riesgo de dejarse atrapar por la belleza misma, el icono se convierte en ídolo, el medio devora el fin, la verdad esclaviza; es una trampa en la cual caen muchas personas, precisamente por falta de una formación adecuada de la sensibilidad, de una adecuada educación para la belleza.
La belleza conmueve y transforma, si uno es humilde
El recorrer la vía pulchritudinis entraña la necesidad de ayudar a los jóvenes y educarlos para la belleza, de animarlos a que desarrollen un espíritu crítico frente a los ofrecimientos de la cultura de los medios masivos de comunicación y de formar su sensibilidad y su carácter para elevarlos y conducirlos hacia la real madurez. La "cultura kitch" ¿acaso no es una característica y un cierto miedo de sentirse empujado hacia una profunda transformación? Luego de un prolongado rechazo de esta "pasión", San Agustín da testimonio de la transformación profunda de su alma provocada por el encuentro con la belleza…: "¡Tarde te he amado, oh belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Pero mira: tú estabas dentro de mí y yo estaba fuera y te buscaba fuera de mi mismo. Y deforme me lanzaba sobre de las formas hermosas de tu creación... Tú me has llamado y has gritado, has roto la sordera de mis oídos sordos; tu has brillado y tu esplendor ha expulsado ceguera; has exhalado tu perfume y yo lo respiré; he aquí que por ti suspiro; tengo hambre de ti y sed de ti; tú me has tocado y yo ardo en el deseo por tu paz" (Conf. X).
Aleksander I. Soljenitsyn anota con acento profético en su discurso con ocasión de la entrega del premio Nobel de literatura: "Esta antigua triple unidad de la verdad, del bien y de la belleza no es simplemente una fórmula caduca de desfile, como nos ha parecido en los tiempos de nuestra presumida juventud materialista. Si, como dicen los sabios, estos tres árboles están unidos, puede suceder, mientras que las ramas de la verdad y del bien, demasiado precoces y sin defensas, son aplastadas, rotas y no llegan a la maduración, que extrañas, imprevistas, inesperadas las ramas de la belleza crecerán y se extenderán en ese mismo lugar, y serán ellas las que, de esta manera, cumplirán el trabajo de todas las tres".
Verdad y bien no bastan para crear una cultura
"Hasta tanto que la verdad y el bien no se convierten en belleza, parecen quedarse, de alguna manera, como extrañas para el hombre, y se le imponen desde el exterior; él se adhiere pero no las posee; ellas exigen de él una obediencia que, de alguna manera, lo mortifica… La verdad y el bien no son suficientes para crear una cultura porque a solas no parecen suficientes para creer comunión, una unidad de vida entre los hombres. Y puesto que la cultura es la expresión misma de un desarrollo, de una cierta perfección lograda, consecuentemente la cultura parece expresarse en su cumbre como la belleza." (D.M. Turoldo)
"Este mundo tiene necesidad de la belleza para no oscurecerse en la desesperanza. La belleza, igual que la verdad, lleva la alegría al corazón de los hombres, es el fruto precioso que se resiste al desgaste del tiempo, que une las generaciones y hace que se comuniquen en la admiración" (Pablo VI, 8 diciembre 1965)

Contemplada con un alma pura, la belleza habla directamente al corazón, y lo eleva interiormente del asombro a la admiración, de la admiración a la gratitud, de la gratitud a la felicidad, y de la felicidad a la contemplación. Así crea un terreno fértil para la escucha y el diálogo porque ella es una ayuda para coger del hombre entero, espíritu y corazón, inteligencia y razón, capacidad creadora e imaginación.

Ante la belleza no se permanece indiferente: suscita emociones, pone en movimiento un dinamismo de profunda transformación interior que engendra gozo, sentimiento de plenitud, deseo de participar gratuitamente de esta misma belleza, de apropiarse de ella al interiorizarla y al integrarla en su existencia concreta.

Tomado y adaptado de: Via Puchritudinis.
Pontificio Consejo de la Cultura.